Podredumbre

Quizá el título le haya parecido fuerte pero, si así fue, entonces agarre valor pues lo que sigue está peor, ya que sólo describe el estado actual de nuestra sociedad en materia sexual.

Todavía hace unos 20 años, el mayor temor que tenían los padres de familia era que los roba-chicos les quitaran a sus hijos para venderlos a un matrimonio sin posibilidades de procrearlos.

Hoy, desafortunadamente, eso es lo mejor que les puede pasar a nuestros hijos, pues están a merced de mafias de traficantes de órganos que los matarán para venderlos en pedazos o de mafias de pornografía y prostitución infantil que les harán vivir de la forma más miserable el resto de sus vidas.

 Y vea que no hablo de algunos maniáticos que andan por ahí, sino de mafias, de organizaciones criminales, de grupos de personas con recursos y sistemas de operación que tienen como forma de vida acabar con nuestros niños.

 Las dimensiones de esta amenaza son, sin exageración alguna, devastadoras:

  • El FBI ha detectado más de tres millones y medio de sitios en Internet donde se puede ver a adultos teniendo sexo con niños.
  • La red de pornógrafos infantiles creció un 410 por ciento el último año.
  • Cuatro mil organizaciones sobre prostitución infantil son investigadas por el FBI.
  • -La UNICEF y el DIF estiman que de 13 mil a 16 mil niños y niñas son sujetos de explotación sexual en nuestro país.
  • En Ciudad Juárez, el 62 por ciento de las violaciones denunciadas corresponden a niños y niñas menores de 10 años.
  • En el Distrito Federal, el 50 por ciento de los niños de la calle han sido violados.

 Podría seguirle dando cifras para que usted dimensione el tamaño de esta pesadilla que amenaza a nuestros hijos, pero nada tan contundente para mostrar el grado de putrefacción de nuestra globalizada sociedad que el caso del tráfico de videos para pedófilos entre Rusia e Italia.

En septiembre, gracias a una organización católica italiana, la policía de ese país detectó a una red de venta de videos de pornografía infantil, realizados por sádicos en donde se mostraban violaciones, actos de bestialismo y hasta asesinatos de los niños con los que se practicaban los abusos sexuales.

Las escenas de algunos de los videos incautados fueron transmitidas por la televisión pública italiana RAI-1 y RAI-3, pero las escenas resultaron tan brutalmente violentas que la sociedad consideró inadmisible que hubieran sido difundidas, provocando la renuncia de los directores de sus dos principales noticieros.

Cuesta trabajo imaginar que haya alguien que haga este tipo de actos, alguien que los grabe y comercialice y alguien dispuesto a comprarlos para disfrutar con ellos.

 Pero existen y son muchos; y todos ellos son el reflejo de una sociedad enferma, producto de la tibieza de aquellos que se dicen buenos, del relativismo que promueven algunos intelectuales iluminados y del activismo de pervertidos, corruptos y mafiosos.

 Estamos cayendo al fondo de la decadencia, caída que iniciamos cuando nos alejamos de la función natural de la sexualidad humana: amor, sexo, placer, procreación.

 En el sexo, por naturaleza, el placer y la posibilidad de procreación vienen juntos; y por lo tanto, la condición natural para las relaciones sexuales es el matrimonio.

Pero hemos separado el sexo de la procreación y nos hemos quedado sólo con el placer; que cada quien busca como y con quien más le guste:

De siempre ha existido la prostitución: ir a rentar mujeres desechables, vaciar en ellas nuestro instinto, pagarles por recibir nuestro desecho y no volver a verlas.

De ahí pasamos al amor libre, libre de compromisos como en el matrimonio y libre de cuotas como en la prostitución; sólo un trueque de placer, eyaculación a cambio de orgasmo y, quizá, cariño de propina.

Recientemente, la homosexualidad ha empezado a promoverse, gays, lesbianas y bisexuales dicen que han decidido “salir del clóset”, que es normal ser homosexual y que cada quien debe disfrutar el sexo como y con quien quiera.

Nos quieren convencer con la mentira de que así nacieron y ni modo; nos quieren engañar y justificar su desviación sexual con el argumento de que el homosexual nace, no se hace, cuando no existe una sola prueba científica que demuestre que algún tipo de trastorno genético puede causar un comportamiento homosexual, mientras que sí está probado que casi todos los homosexuales son genéticamente normales.

 Dentro de este comportamiento sexual anormal, hay que distinguir entre aquellos que teniendo la tendencia homosexual luchan contra ella y salen adelante y aquellos otros que caen vencidos por ella, principalmente por falta de ayuda psicológica.

 Pero también existen los homosexuales cuya conducta es el resultado de una perversión, producto de la más radical búsqueda de placer sexual equiparable a la de quienes practican la zoofilia, el sexo con animales, y a la de los pedófilos.

 En fin, el común denominador de todas estas conductas pervertidas y pervertidoras es el uso del sexo sólo como placer, desligado del amor y de la posibilidad de procreación.

 Y esta situación tiene un negro panorama para las familias mexicanas, pues ya en 1994 el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari, junto con otros 20 países, votó para que una organización homosexual, con sede en Bruselas y que únicamente afilia a un grupo de pedófilos, fuera reconocida como órgano consultivo de las Naciones Unidas.

En 1999, el Gobierno de Ernesto Zedillo promovió en la ONU que a los padres de familia nos fuera negado el derecho a dar educación sexual a nuestros hijos, dejando el camino abierto para que ésta fuera otorgada por el Estado o por cualquier depravado.

 Congruente con lo anterior, el todavía Presidente Zedillo y su gobierno publicaron el libro de educación sexual para papás, en el cual se nos quiere convencer de que las desviaciones sexuales, “orientación sexual” como ellos quieren llamarle, son normales y por lo tanto buenas, motivo por el cual nos quieren convencer de las bondades del sexo de “todos contra todos”.

 Esto es a lo que nos enfrentamos, espero haberle motivado a que haga algo, pero si alguien es de aquellos que se consideran buenos, pero que la tibieza no los deja actuar, espero que después no se lamente si le toca vivir las consecuencias del avance de la putrefacción que afecta a nuestra sociedad.

El autor es editorialista invitado

Por Juan M. Dabdoub  /  El Norte  (05 Diciembre 2000)