El suicidio de Mel y Lula

La justicia hondureña buscaba al prófugo ex presidente Manuel Zelaya acusado de múltiples y graves delitos; y él solito decide entregarse y encerrarse. El fugitivo ex presidente elige como cárcel la embajada de Brasil en Tegucigalpa. No tiene rejas, pero está preso. 

Como debe ser, la autoridad controla todo el rededor de la embajada, nadie sale, ni entra sin su supervisión; no lo ha puesto tras las rejas, pero lo tiene bajo control; solo falta cortarle la comunicación, como a cualquier preso, pero en su caso, además, como medida de protección a la sociedad civil hondureña, ya que, con el consentimiento del gobierno brasileño, Zelaya se ha dedicado a instigar a la violencia; iniciando con su “patria, restitución o muerte.

Al principio pensé que había sido una estrategia estúpida de su padrino Hugo Chávez; quien, como dijera un periodista español el día de hoy: Su regreso al país, maquinado por Hugo Chávez, contaba con que una movilización de masas (300,000 personas eran sus cálculos) llevaría a Zelaya en volandas hasta la Casa Presidencial, pero apenas unos 3,000 partidarios acudieron en su socorro

Pero ahora creo que este “suicidio” fue porque Mel parece haber perdido la cordura. He leído que dice que lo tienen rodeado mercenarios israelíes, que las autoridades hondureñas lo amenazan con francotiradores, cañones, bombas, tanques…  Que le han lanzado gases tóxicos y quiere que vaya la Cruz Roja Internacional… (La cual, por cierto, no ha ido;…creo que deben estar debatiendo si en lugar de paramédicos le mandan un psiquiatra)

Lo peor es que ese trastorno parece contagioso, pues sus seguidores han dicho que la policía ha echado ácido acético (¡¿vinagre?!) en las aguas negras (señor Zelaya, dígales que las aguas negras salen de las casas, no entran)…  para envenenarlo… 

Quizás sea para comérselo, pues ya entrados en gastos, quizás las autoridades hondureñas se hayan vuelto caníbales (con eso de que está en la embajada de Brasil, debe haberse acordado de los caníbales tupinambáes, brasileños).

Pero dentro de todo el teatro visto en estos días en la embajada de Brasil y en la ONU (vergonzosa la hipócrita actuación de algunos presidentes sudamericanos, criticando al Presidente de Honduras, Roberto Micheletti, y aplaudiendo al dictador y terrorista libio, Muammar Kadaffi); la “actuación” más decepcionante ha sido la de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil; político socialista, pero inteligente y moderado… bueno, hasta hace una semana. 

Dudo que Lula haya sido tan torpe como para involucrarse en la entrada encubierta de Zelaya a su embajada, pero el manejo que ha hecho de la situación representa un suicidio político a nivel internacional; y es que una cosa es dar asilo (si ese fuera el caso) y otra muy distinta el prestar su embajada a un fugitivo para que la use como plataforma para instigar a la violencia y socavar la paz y la democracia de Honduras; constituyendo una intromisión desvergonzada en los asuntos internos del país anfitrión. 

Desconozco los tratados internacionales sobre el manejo de la diplomacia, pero, recurriendo a la lógica, ante esta actitud del gobierno brasileño, su sede ha dejado de ser embajada para convertirse en refugio de delincuentes, quienes son requeridos formalmente por las autoridades constitucionales de Honduras; y por lo tanto, como guarida de delincuentes debería de ser tratada.

Por último, como cómplice de ese fugitivo subversivo que es Manuel Zelaya, ¿De cuántos muertos y heridos inocentes de la población hondureña se hará Usted responsable, señor Lula da Silva?

Juan M. Dabdoub Giacoman

Monterrey, N.L.; México

27 /09 / 2009

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