Don Roberto y Honduras, ¿Qué hicieron?

Están a punto de cumplirse 7 meses del inicio de la etapa más importante en la historia moderna de Honduras.

Y el logro más sobresaliente del actual gobierno del Presidente del País, Don Roberto Michelleti, lo hemos pasado por alto, por no decir todos, la mayoría de los analistas de esta difícil situación por la que ha transitado con éxito el pueblo hondureño.

Permítanme una analogía que refleja en mucho la problemática de casi todos los países latinoamericanos, antes de explicar mi punto.

A fines de los 80´s hablando a mis alumnos de 8º semestre del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), surgió la oportunidad de hacer una pregunta difícil, pero que refleja la situación de la sociedad de un país: “Y Ustedes, ¿Por qué se sienten orgullosos de ser mexicanos?

Fue un shock para los jóvenes mejor preparados de este país. Después del silencio, vino la confusión y después el intento atropellado de dar razones de su orgullo: Me siento orgulloso porque tenemos la música de los Mariachis; Me siento orgullosa porque somos muy buenos para tomar a broma, hasta las tragedias más severas como el terremoto del 85; etcétera. 

La siguiente pregunta fue más demoledora: Y todo eso que me han dicho, ¿En que nos hace mejores que los alemanes, los japoneses o los italianos?……..” SILENCIO.

Lo más grave de la clase política, y en muchos casos de la empresarial, de muchísimos países no es su corrupción, incompetencia o egoísmo; es la pérdida del sentido de identidad del pueblo, que ellos provocan con su conducta. 

Y es que, sí los lideres —políticos o empresariales— son aquellos que aglutinan en sus personas el mayor numero y dimensión de las cualidades representativas de sus representados; y dichos lideres se nos presentan como ladrones, corruptos, incompetentes, ambiciosos insaciables, prepotentes, insensibles…  

El inconsciente colectivo se negará a reflejarse en esos vicios y sobreviene la gran pérdida de la identidad nacional.

En su desesperación por sentirse “alguien” en el contexto de las naciones, los pueblos latinoamericanos recurrimos a nuestras comidas y bebidas típicas; nuestro folclore; nuestras bellezas naturales y ruinas arqueológicas…. Pero, ¿No todas las naciones tienen —en mayor o menor medida— estos signos característicos propios, que son más cosas del pasado que de nuestro presente?

Pues bien, el mayor logro de Don Roberto Michelleti y su equipo de gobierno, aunado a los políticos, militares y funcionarios que conforman todas las instituciones hondureñas que supieron afrontar la intervención extranjera sobre sus decisiones soberanas; no fue precisamente esa labor titánica de frenar al mundo, que como pandilleros se echaron en montón sobre esta pequeña nación.

Fue que con ello le devolvieron el orgullo de sentiré hondureños a quienes lo traían extraviado; y se lo agrandó a quienes lo tenían  guardado en un rinconcito de su corazón y que hoy no  les cabe en el pecho; y si  se sumara el de todos los hondureños habría que pedirle prestado un espacio al Mar Caribe.

Y es que este grupo de personas, liderado por Don Roberto, han probado que en el pueblo hondureño hay inteligencia, talento, valentía, coraje, solidaridad, orgullo… para enfrentar los mayores retos que el mundo y sus potencias les quieran imponer… Y esas características sí son elementos por los cuales una nación puede sentir orgullo de ser lo que es.

Lo anterior merece de un análisis sociológico más profundo; amerita entender la transformación de este país en una potencia de valores y principios, hoy tan escasos en el entorno internacional; para que nos sirva de guía al resto de las naciones que todavía deambulamos sin rumbo claro (Estados Unidos, incluido)

Don Roberto y su gobierno le dejan a Don Porfirio Lobo y su gente un nuevo país. 

Los hondureños ya no son los de antes; hay una sociedad más politizada, más comprometida, más consciente de sus derechos y obligaciones sociales y políticas; ¡más hondureños!

Solo necesitan un liderazgo acorde para proyectar a esta nación hacia un horizonte donde el límite solo sería la velocidad con las que pudieran alcanzarlo. Alguien que no permita que se olvide seguir actuando como en la “Crisis del Vaquero”; por el país, incluidos los más necesitados. 

El próximo lunes le rinden un merecido homenaje más a Don Roberto Michelleti en la Plaza Democracia de la Casa Presidencial; que en condiciones ideales de horario y transportación, cualquier lugar del país sería insuficiente para agradecer a Don Roberto y a quienes le acompañaron en esta gesta lo que han hecho por Honduras. Mi mayor deseo para mis amigos hondureños para este año 2010 que recién inicia, y para los próximos cuatro, es que la ambición de Don Porfirio Lobo sea tan grande, que aspire a  recibir de su pueblo un reconocimiento mayor que el que hoy le brinda a Don Roberto.

Juan M. Dabdoub Giacoman

Monterrey, N.L.; México

15 de Enero de 2010

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