Como ladrón en medio de la noche…

El fugitivo ex presidente Manuel Zelaya, entró furtivamente a Honduras y se refugió en Brasil, en su embajada (este error de Lula y de Mel, lo comentaremos en un próximo envío). La acción parece absurda, pero tiene sus razones, aunque deplorables.

Manuel Zelaya había desaparecido de los medios masivos de comunicación mundiales, había dejado de ser noticia, y sus probabilidades de éxito eran nulas (lo siguen siendo); y como vampiro, aunque ni a murciélago llegue, necesitaba retomar los reflectores, aunque ello implicara utilizar la sangre de sus compatriotas.  

Zelaya requiere atención y algunos los medios de comunicación rating; necesitan sangre, mártires hondureños para denostar al Gobierno y presionarlo para imponer la voluntad de Hugo Chávez. Sin recato alguno, desde el primer día, Mel vociferó “patria, restitución o muerte; al grado de que Lula se apresuró a pedirle que no hiciera nada que pusiera en riesgo a la gente de su embajada (ya empezó a pagar el precio de su error).

Si la esposa del ex presidente Bill Clinton (en Honduras le ha quedado grande lo de “Secretaria de Estado”) había tachado de “temerario” el teatro de Zelaya al pretender entrar a Honduras desde Nicaragua, el adjetivo que debe estar pensando en este momento debe ser impronunciable en público.   

Por eso es admirable la eficiencia con la que trabajó la policía hondureña en el desalojo de los seguidores de Mel que violaron el toque de queda establecido; pues no hubo derramamiento de sangre, ni subida de rating.

Contra todos los pronósticos, el regreso de Zelaya a la embajada brasileña es el principio de un final feliz, para una pesadilla por la que nunca debieron haber pasado los hondureños, si los países seudo demócratas y con afán de protagonismo internacional, no hubieran violado el principio universal de “No Intervención”. 

Ahora, el control del juego lo tiene el gobierno hondureño; y estoy seguro lo sabrá aprovechar. 

Juan M. Dabdoub Giacoman

Monterrey, N. L. México

22 / 09 / 09

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