Maciel – De Cara al Sol

El resultado de nuestra vida no puede ser la sumatoria de los actos positivos y negativos que hayamos realizado a lo largo de ella, pretendiendo que el saldo nos sea favorable. Esto llevaría a algunos a decir, “bueno, en 50 años de vida no he matado a nadie, así que por lo pronto me voy a despachar al gorroso de mi vecino; uno en 50 no es nada”     

Sin embargo, tampoco podemos calificar la vida de una persona por algún error que haya cometido, ignorando el resto de sus actuar al transitar por este mundo. 

De ser valido ese juicio único, fundado en una falla gravísima, habría que ampliar los reclusorios, pues el que mató seria toda su vida asesino, el que mintió seria toda su vida mentiroso… ¿para que luchar por rehabilitarse, si quedaría por siempre estigmatizado? Solo cabría la cadena perpetua. 

Ambos extremos no son validos; la vida de un ser humano debe valorarse de manera objetiva y particular, pues no cabe en ello ni la superficialidad, ni la generalización.

Y este es el caso del padre Marcial Maciel. No puedo negar mi sorpresa y desilusión al saber que había procreado una hija. Como a muchos, me habría gustado que hubiera sido perfecto; pero no, resultó tan frágil como la mayoría de los humanos.

Pero de la desilusión a la condenación hay un gran trecho; hay quienes por este triste acontecimiento quisieran borrar de la tierra a los Legionarios, el Regnum Christi, el carisma dado por su fundador y todas sus obras. 

Pero si “por sus frutos les conoceréis”, habría que reconocer que los discípulos del padre Maciel han sembrado cualquier cantidad de huertos por el mundo.

Cada vez que pretendo involucrarme en alguna labor social, me topo con varios miembros del Regnum Christi dispuestos a partírsela sin condiciones; de los sacerdotes Legionarios que podido conocer, he de decir que admiro su formación y su piedad. 

A todos ellos les he visto entristecer y sufrir con los ataques desproporcionados y tendenciosos a raíz de la dolorosa revelación del error de su fundador; pero habría que considerar, que si se quisiera medir a la humanidad con la vara que pretenden medir al padre Maciel, habría que reescribir algunos cuantos libros de la historia; entre ellos La Biblia, La Torá y El Corán.

Pues habría que ver qué haríamos con el sabio y piadoso Rey David, fundador del reino más extenso en la historia de Israel, quien antes de arrepentirse, abusando de su poder, fue adultero y asesino; o con el cobarde San Pedro que negó tres veces a su Dios, pero después pidió a su verdugos le crucificaran de cabeza, pues dijo no era digno de morir en la misma forma que Él había muerto; o del renegado y promiscuo San Agustín, quien gracias a la perseverancia de su madre terminó siendo santo y Doctor de la Iglesia.

La situación actual no es un problema de los Legionarios de Cristo, ni del Regnum Christi; y mucho menos de la Iglesia Católica, como lo quieren presentar algunos “periodistas” henchidos de fervor sectario o de algún trasnochado anticlericalismo; es la encrucijada que se presenta sobre un hombre; un hombre que hizo mucho bien y cometió un grave error; y enfatizo uno (con todos sus daños colaterales), pues ahora le quieren colgar cuanto haya dicho, cualquiera que lo haya dicho, de él y sus discípulos. Querrán incluir en este acto de aceptación todos los chismes /calumnias y hacerlos verdaderos

Incluso ahora que El Vaticano ha dispuesto una visita apostólica (de apóstol: evangelizador) a los Legionarios de Cristo y al Regnum Christi resurgen los ataques: que es una inspección, que es una auditoria, ¡que los van a desintegrar, faltaba más! 

Y eso que el anuncio de la misma viene acompañado, de frases como…  “Su Santidad Benedicto XVI renueva a los Legionarios de Cristo, a los miembros del Movimiento Regnum Christi… su solidaridad y su plegaria…”; “El Santo Padre,… los alienta a seguir buscando el bien de la Iglesia y de la sociedad, mediante las iniciativas e instituciones que les son propias” 

Pues bien, he leído con gusto por ahí a un sacerdote Legionario que escribió “Sí, soy Legionario de Cristo. ¡Bendita vocación!”; vocación que no habría sido posible sin la intervención del padre Maciel. El rumbo de mi vocación es diferente, pero la admiración que siento por las obras de estas dos instituciones – – y lo presumido que soy – – me han llevado a auto-nombrarme “legionario honoris causa”

Así pues, discípulos del padre Maciel, a pasar este trago amargo, a dimensionarlo justamente y a retomar la actividad; que, ya no solo la Iglesia, sino la humanidad, los necesita trabajando de nuevo como solo Ustedes saben hacerlo, pero además, con orgullo, ¡de cara al sol!

Juan M. Dabdoub Giacoman

08 de abril de 2009